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El enigma Tutankamón

El 4 de noviembre de 2022 se cumplirán 100 años de uno de los más grandes hallazgos de la arqueología: la tumba del faraón Tutankamón, descubierta por el equipo del británico Howard Carter.

Los avances en la tecnología han permitido desentrañar numerosos misterios que rodean al enigmático faraón. Además, con la incorporación del estudio de rayos X, tomografías computadas, exámenes de ADN, georradar y drones, la ciencia sigue investigando para responder algunas preguntas que aún hoy continúan sin encontrar una respuesta precisa.

Parte de la dificultad en determinar con exactitud estos interrogantes tiene que ver con una de las paradojas que suele afectar a la historia: Tutankamón –al igual que su familia– fue relegado al olvido debido a que su padre, Akenatón, instauró una reforma religiosa que abandonaba el politeísmo en favor del único dios Atón, el disco solar, y trasladó la capital de Tebas a Aketatón, que hoy es Amarna.

En palabras del egiptólogo Zahi Hawass, ex-ministro de Antigüedades de Egipto “Akenatón se convirtió en el primer monoteísta que recuerda la Historia”. A la muerte de Akenatón, Tutankatón revirtió los cambios, alteró su nombre en honor al tradicional dios Amón y volvió a establecer la capital en Tebas. No obstante, a la muerte del joven rey –subió al trono con escasos 9 años y reinó apenas durante un decenio– y sin hijos sucesores, la dinastía real pronto llegó a su fin.


Los sucesores borraron de los registros a Akenatón, el “faraón hereje”, al igual que a su esposa Nefertiti y al resto de los personajes emparentados, incluido Tutankamón. La muerte de Tutankamón habría sido inesperada, por eso el entierro se hizo con prisas y el interior de la tumba contenía objetos que no habrían sido del faraón. Su tumba quedó cubierta por piedras cuando se construyeron otras tumbas reales por encima de la suya, lo cual la preservó de los saqueos, comunes en aquellos tiempos. De manera que la tumba de Tutankamón es la única en todo Egipto en haberse encontrado intacta. Cuando el grupo de exploradores británicos y egipcios, comandado por el arqueólogo Carter, hallaron los primeros escalones que conducían a una puerta sellada en el Valle de los Reyes de Egipto, el explorador jefe dijo su frase célebre: “Veo cosas maravillosas”.



Veintidós días después, le contó los detalles al aristócrata inglés que había financiado la expedición, George Herbert de Carnarvon, conocido como lord Carnarvon, para que fueran ellos dos, juntos, los primeros en entrar en la cámara que guardaba los cuerpos de los faraones de la dinastía XVIII. Así, un faraón sin duda de poca relevancia en su tiempo, se convirtió en la figura más renombrada de Egipto un par de milenios después. Un personaje popular que cautiva a todo tipo de público. La ironía es que esto solo pudo ocurrir de esta manera debido a que, en su tiempo, se lo condenó al olvido.

En realidad, la tumba del joven faraón no se halló completamente intacta. Howard Carter descubrió evidencias de dos intentos de robo, que habrían ocurrido apenas meses después del entierro. Eso explicaría, en parte, por qué había tanto desorden en el interior. Otra explicación complementaria para el caos en la disposición de los objetos apunta a que la muerte de Tutankamón habría sido inesperada y que el entierro se hizo como se pudo.

Durante décadas, uno de los mayores misterios arqueológicos fue descubrir las causas de la muerte del rey. El equipo de Carter descubrió fragmentos de hueso en el cráneo. Se creyó, entonces, que había sido asesinado de un golpe en la cabeza a partir de alguna intriga política. Sin embargo, una tomografía computada realizada en 2005 comprobó que la herida en la cabeza fue hecha post mortem. Luego, estudios de ADN llevados a cabo entre 2007 y 2009 hallaron que había tenido malaria –es la prueba genética más antigua de la enfermedad–, que tenía necrosis en el pie izquierdo –numerosos bastones en la tumba son testimonio de su dificultad para caminar– y que había sufrido una fractura en la pierna izquierda que no había llegado a sanar al momento de la muerte. Aunque no hay un consenso claro, se cree que Tutankamón se habría accidentado al conducir un carro, hiriéndose en la pierna. Esto, sumado a su condición frágil de salud, lo habría llevado a la muerte.

Estos análisis de ADN permitieron identificar las momias correspondientes a los padres de Tutankamón, ambos hermanos entre sí. Se determinó que el padre era el infame Akenatón, aunque diversos arqueólogos disputan esta filiación –entre ellos Corinne Duhig, de la Universidad de Cambridge–, ya que aseguran que el cuerpo en cuestión es demasiado joven para identificarlo con Akenatón. En marzo de 2021, el Centro de Investigación de Bioarqueología, Paleopatología, Antropología Forense (FAPAB), de Italia, realizó una reconstrucción del rostro de la momia, aunque sin pronunciarse sobre si correspondía identificarlo con Akenatón. La más persistente es la que se refiere a la maldición de Tutankamón, que afirma que numerosos miembros de la expedición murieron en circunstancias dudosas. Sin embargo, aunque algunas tumbas egipcias incluyen maldiciones, no se ha hallado ninguna en la del joven faraón.


Por otra parte, el investigador escéptico australiano David Vernon resaltó, ya en 1989, que de las 58 personas que estuvieron presentes en la apertura del sarcófago, solo ocho murieron durante los 12 años siguientes. A pesar de todo, las controversias continúan. En julio de este año, la egiptóloga británica Joanne Fletcher declaró en un documental que la célebre máscara de oro de Tutankamón no representa al faraón, sino a una mujer, debido al detalle de las orejas, que se ven agujereadas. “Tutankamón no habría usado aros más allá de la infancia”, afirmó, sugiriendo que la máscara pertenecía posiblemente a Nefertiti. La aseveración fue negada sumariamente por la mayor parte de la comunidad científica. Cabe recordar que, en 2003, Fletcher anunció que había identificado la momia de Nefertiti, lo que generó un rechazo rotundo de las máximas autoridades en Egiptología. El abandono de su tumba preservó tanto los tesoros funerarios como la propia momia del faraón durante milenios –Tutankamón murió en el año 1323 A.C.– . Sin embargo, en otra paradoja más, la momia fue profanada en tiempos modernos por saqueadores anónimos.


En 1968 se aplicaron rayos X a la momia, y los examinadores se encontraron con que la cabeza estaba separada del cuerpo, las manos estaban cortadas y las piernas aparecían separadas de la pelvis. Todo esto se atribuye a un examen descuidado, realizado en su momento por Howard Carter. Lo peor, sin embargo, fue la comprobación de que faltaba un collar de cuentas sobre el pecho del cadáver, así como un casquete que cubría su cabeza. Para poder llevar a cabo el robo, los ladrones rompieron varias costillas del cuerpo, ya que el collar estaba adherido a los huesos por la resina utilizada en la momificación. El punto máximo de la profanación fue el descubrimiento de que a la momia le habían quitado una oreja y el pene. Se cree que estos saqueos tuvieron lugar durante la Segunda Guerra Mundial, cuando las medidas de seguridad de la momia eran mínimas. Hay que decir que la momia, aunque intacta, no se encontró en muy buen estado. Análisis recientes demostraron que el embalsamamiento fue realizado de forma inexperta: la incisión para extraer las vísceras, la posición de los brazos, el exceso de resina, todo escapa a las normas de momificación de los faraones. Incluso se ha registrado que el joven rey fue momificado con el pene erecto, algo completamente inédito entre las momias egipcias.


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