Cuando Sirio aparecía por el horizonte este en los tórridos amaneceres egipcios, sus habitantes se alegraban porque la crecida del Nilo haría que sus cosechas proliferaran y sus vidas mejorarían. Sirio, para ellos, era el mejor símbolo de esperanza. En las noches invernales y en buena parte de las primaverales, aparece en el horizonte sur la estrella más brillante de todas cuantas podemos observar en el firmamento. Se trata de la estrella Sirio y brilla, con magnitud -1.5, en la constelación del Can Mayor. A lo largo de la historia, la estrella Sirio ha desarrollado un papel importante en el conocimiento básico de los seres humanos. Los antiguos habitantes del Valle del Nilo encontraron una relación entre las oportunas crecidas del río Nilo y la primera aparición en el horizonte de la estrella Sirio poco antes del amanecer (lo que se conoce como orto helíaco). De hecho, en la elaboración de su calendario, los egipcios intercalaron un mes más llamado Thoth cuando la estrella Sirio -a la que ellos llamaban Sotis– tenía su orto helíaco en el doceavo mes de su calendario común. Los griegos también hicieron uso de la observaciones de las apariciones de Sirio para la elaboración de calendarios, muy probablemente, eso sí, inspirados por esas primeras observaciones comentadas. También Sirio fue la protagonista de la primera determinación de la distancia de una estrella, aunque tosca, pero primera al fin y al cabo. Parece ser que el astrónomo escocés James Gregory (1638-1675) propuso un método para comparar el brillo del Sol con el de una estrella usando la propiedad de que la luz disminuía del orden de acuerdo al cuadrado de la distancia que les separaba. Gregory no hacía uso de la luz del Sol sino de la luz de esta estrella reflejada en Saturno. Fue entonces cuando el genial Isaac Newton (1642-1727) lo usó aplicándolo a la estrella Sirio llegando a la conclusión de que Sirio se encontraba a un millón de veces la distancia que separaba la Tierra y el Sol. El valor no es correcto (el real es casi la mitad) pero sin duda fue una excelente base para comprobar las distancias en el Universo conocido por entonces.
Pero si Newton puso en práctica el método de medición de distancias estelares, su mentor, Edmund Halley (1656-1742) inauguró la investigación sobre los movimientos propios de las estrellas. En 1718, Halley se dio cuenta que los errores de observación y los movimiento de la precesión no eran suficientes para explicar las diferencias tan grandes que había visto en distintos catálogos desde el de Tolomeo hasta aquella fecha. Observó que había bastante diferencia en Aldebarán, Arturo y, aun más, en Sirio. Parecían, todas, desplazadas hacia el Sur. Fue Jacques Cassini (1677-1756) -quien no se llevaba especialmente bien con Halley a raíz de un error que encontró este último sobre la medición de la paralaje, precísamente, de Sirio- quien indicó que esos desplazamientos se debían al movimiento propio en sí de las propias estrellas. Se inició así la época de la medida precisa de la posición de las estrellas para calcular sus distancias. La continuación del trabajo de Halley llegó de la mano de su compatriota William Huggins (1824-1910) allá por 1868. Huggins ha sido una de los astrónomos pioneros en el desarrollo de la espectroscopía a la Astronomía. Desde años atrás estuvo investigando el espectro de Sirio, y usó esta técnica para encontrar por primera vez la velocidad de una estrella por medio de este método. Llegó a la conclusión que la estrella Sirio se alejaba a poco más de 15 kilómetros por segundo del Sol. En realidad es la mitad pero también gracias a esta estrella se abrió un nuevo camino en los cálculos de velocidades estelares y precisó el trabajo de Halley sobre el movimiento propio de Sirio. Un movimiento propio, el de esta estrella, que repercutió notablemente en la Astrofísica.
Las siguiente medidas del movimiento propio de Sirio hicieron posible detectar que Sirio tenía un movimiento irregular, y Friedrich Bessel (1784-1846) propuso que se debía a la existencia de otro cuerpo muy masivo que interfería gravitatoriamente en Sirio. El objeto fue localizado en 1862 por Alvan Graham Clark (1832–1897) y fue denominada Sirius B, comprobándose, ciertamente, que era muy masivo, del orden de 0.9 masas solares mientras que Sirio A tenía una masa algo más del doble que su compañera. Estudios posteriores descubrieron que Sirius B tenía mucha masa concentrada en un volumen muy pequeño; se trataba de una estrella muy densa en la que una cucharada de su material pesa 3000 kilogramos; se trataba de una estrella que actualmente conocemos como enana blanca. OBSERVACIÓN DE SIRIO Como hemos comentado antes Sirio es la estrella más brillante del cielo. Brilla con magnitud -1.5, magnitud solo superada por la de algunos planetas, la Luna y el Sol. Se trata de una estrella blanca , 25 veces más luminosa que el Sol, cuya temperatura en la superficie llega a los 10000 K. Es la quinta estrella en orden de cercanía a la Tierra estando situada a 8.6 años luz (exceptuando el Sol). Pertenece a la constelación del Can Mayor que resulta visible en el horizonte Sur desde las latitudes medias alcanzando no demasiada altura sobre el horizonte. Sirio es visible desde casi todo el planeta salvo desde las latitudes que superan los 73ºN, resultando ser una estrella circumpolar (siempre visible) para las latitudes inferiores a 73ºS. Sirio sirve como referencia para localizar otros objetos celestes como los cúmulos abiertos M41, M46, M47 y M50 por ejemplo. Fuente: https://www.astroilusion.es/sirio-la-estrella-mas-brillante-del-cielo/
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