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Foto del escritorAlbedo Escuela

La historia de Príapo

La unión entre dos de los dioses del Olimpo, fue mágica y llena de placer, pero todo dio un giro malévolo cuando una mala decisión, dio como consecuencia una creación monstruosa.


Dionisio, dios del vino y el placer, conocido por su elocuencia y encanto, conquistó a Afrodita, diosa de la belleza, el amor y el deseo. El encuentro de ambos, parece ser el éxtasis para los humanos, pero en la mitología, todo salió al revés. Ambos mantenían una relación llena de pasión y lujuria, pero el mundo cambió completamente en un viaje que hizo Dionisio. Como parte de sus responsabilidades, partió a la India. Afrodita, viéndose sola, buscó distracción. Nadie sabe con quién apaciguó su deseo; pero, producto de su infidelidad, quedó embarazada. Al regresar Dionisio, intentó hacerle creer que el fruto que tenía en su vientre, había surgido del amor que ambos se profesaban, pero Hera, la reina de los dioses, no lo iba a permitir. Le contó toda la verdad a Dionisio y maldijo a Afrodita, asegurándole un futuro terrible a la criatura que venía en su vientre. Hera maldijo a Afrodita, por su adulterio y falta de compromiso. Como consecuencia, su hijo nacería deforme y condenado a la infelicidad. Así nació Príapo.


Retratado como un hombre bastante mayor, velludo y poco agraciado, Príapo sería reconocido ante todos por un rasgo en particular: un falo gigante lo acompañaría por el resto de su vida. Su maldición consistía en tener su falo inmenso siempre en erección. Se convirtió en el dios de la fertilidad de la naturaleza en los pueblos paganos. La peor de las ironías, es que no podía reproducirse.


Además de vivir eternamente como un monstruo, Príapo fue condenado a no conocer el amor ni la satisfacción sexual. Ninguna mujer se atrevía a acercársele, por lo que vivió eternamente solo, frustrado y obligado a cargar con su maldición. Pese a su mala suerte, Príapo tenía un grupo de seguidores que lo consideraban un dios de la fortuna. En la antigua Roma, su figura se utilizaba en los jardines con el propósito de que su energía reproductora trajera buena fortuna a las cosechas. Además, algunos lo utilizaban como una especie de guardián en las casas. Aquel que se atreviera a entrar a una casa resguardada por una estatua de Príapo, debía prepararse para ser violado como castigo.


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