Las llamadas ménades o bacantes eran mujeres semidesnudas, con el pelo suelto adornado con pámpanos, que se entregaban a la lujuria y la embriaguez en las orgías llamadas bacanales. Lo mismo hacían brotar de la tierra surtidores de leche y miel que raptaban a niños y descuartizaban a hombres, como le sucedió, por ejemplo, a Orfeo.
Las Ménades aparecían extasiadas por el consumo de vino en los rituales de Dionisio, vestidas con pieles de ciervo y de pantera llevando a cabo bailes frenéticos. En su mano llevaban un cayado llamado thyrus que estaba rematado con ramas de pino y envuelto en ribetes, viñas y hiedra. También llevaban racimos de uvas, antorchas y serpientes vivas. Su grito ritual era: ¡evoé, evohé! y de esta manera se incitaban unos a otros al frenesí.
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